Amor a la camiseta

domingo, febrero 26, 2006

Un abrazo de paz...

Esta última semana ha sido única, hace tiempo que no me pasaban tantas cosas y estaba tan activo en una sola semana. Con decirles que ni tuve tiempo para correr (ejercitarme)... Para mí el domingo es el último día de la semana, así que hoy fue el último día de una larguísima semana. Y la verdad es que no pude encontrar una mejor forma de terminarla. Bueno, sí, pero no soy yo el que escribe el libreto...
Se jugaba el clásico 225 del fútbol nacional. Según yo, la emoción de los juegos del torneo de liga había quedado por un lado, y la tenía reservada para las semifinales y final. El cerebro dice una cosa, pero el corazón dice otra (siempre). Son las 12:45 y estoy viendo el juego del Real Madrid contra el Mallorca, entra una llamada a mi teléfono pero no lo escucho. Cuando me preparo para ir al estadio me doy cuenta de la llamada, es de un amigo (compañero de llantos y alegrías). Me dice que ya está dentro del estadio en la Preferencia. No importa, la historia es otra...
Hoy cuando fui al estadio fue una experiencia especial. No era una final ni un partido de vida o muerte. Era un juego de orgullo y para mí era el fin de la semana. Es una sensación especial cantar y alentar a una camiseta que se lleva tatuada en el pecho y que de alguna extraña razón también se encuentra debajo de la piel. Una camiseta con la que prefiero tener los lentes empañados y empolvados, antes que utilizarla para limpiarlos. Una camiseta que aunque no sea la del club más grande del mundo, hace que mi mente se altere por... no sé cuánto tiempo... Una vez más me estoy alejando de la historia.
Corrían tal vez 75 minutos de juego y perdíamos el clásico 1-2, lo único que recuerdo que pensaba era: "cualquier día, pero no hoy". Un centro del Chejo (con quien ya me había molestado por no correr una pelota como se debe) y la pelota le queda enmedio del área a Freddy García. La pelota en la red, el árbitro central señana el centro del campo y el línea corre en la misma dirección. Esa es la señal inequívoca de que es posible gritar el gol. Comienzo a gritar y me encuentro con el Pez, que ha estado a la par mía todo el tiempo, y nos damos un abrazo de alegría, de alivio, de paz, de relajación, de tranquilidad. Luego se une más gente al abrazo y al griterío, ese es uno de los momentos que comparo con el momento de dar la paz en la misa. Cada quien comparte con sus familiares y amigos primero, y luego se encarga de compartir su alegría con cuanto aquel esté a su alrededor. ¿Quién dijo que el fútbol es solo un juego?

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